Autora

Michael Burle

Head of Marine Division de Liberty Specialty Markets, Reino Unido

No importa lo bien protegida que esté, cualquier obra de arte en una exposición pública es vulnerable a daños, ya sean accidentales o deliberados. Michael Burle explica cómo los suscriptores de arte encuentran el equilibrio entre su deseo por exponer las obras y la necesidad de asegurarlas

Los veinte segundos de la filmación de la cámara de seguridad están sobreexpuestos y son un poco confusos, pero nos dicen todo lo que necesitamos saber sobre la amenaza que supone el vandalismo artístico. Un hombre con sombrero y gafas oscuras abre la puerta de Opera, una galería de arte en Colorado, en 2018. No suelta la puerta hasta haber colocado un objeto en el suelo que evitará que se cierre tras él. Sin que nadie lo detenga, camina decididamente hacia la cámara, metiéndose la mano en el bolsillo.

Ahora, la filmación cambia a una segunda cámara que muestra al hombre parado, a unos metros frente a una gran pintura del artista estadounidense Christopher Wool. Su valor estimado es de 2,95 millones de dólares. El hombre se acerca a la pintura y con una cuchilla de afeitar rasga dos veces el lienzo antes de que el personal de la galería tenga tiempo de reaccionar.

Por suerte, actos de vandalismo deliberado de obras de arte como éste continúan siendo poco comunes. Pero, aun así, si busca en YouTube 'imágenes de seguridad de vandalismo artístico' podrá ver varios ejemplos. Si les pregunta, la mayoría de los suscriptores de seguros de arte podrían recitarle toda una lista de obras de gran valor que han sido dañadas en los últimos años.

Por ejemplo, en 2012, un hombre golpeó el cuadro La cuenca de Argenteuil con un solo velero de Claude Monet, mientras estaba expuesto en la Galería Nacional de Irlanda. El ataque provocó un desgarro importante en el lienzo, que se reparó juntando y volviendo a colocar cientos de fragmentos microscópicos de pintura. Ese mismo año, Negro sobre marrón de Mark Rothko fue embadurnado con pintura en la Tate Modern de Londres. Más recientemente, un mural de Banksy que apareció el día de San Valentín de 2020 en una casa de Bristol fue grafiteado con pintura rosa a los pocos días de su descubrimiento.

El vandalismo artístico es para los suscriptores de arte lo que los 'lobos solitarios' son para las fuerzas de seguridad: indetectables, impredecibles, a menudo imposibles de evitar. Si un vándalo decide infligir daños a una obra de arte, probablemente no haya manera de detenerlo, a menos que la obra esté protegida por una pantalla de seguridad, lo que más bien constituye la idea contraria a una exposición, que consiste en acercar estos objetos lo más posible al público.

Lamentablemente, el vandalismo artístico no parece que vaya a disminuir. Las redes sociales y la proliferación de grupos activistas de causas minoritarias han contribuido a un aumento en la temperatura política general. Esto hace que los ataques políticos y socialmente motivados contra obras de arte sean aún más preocupantes.

Autora

Michael Burle

Head of Marine Division de Liberty Specialty Markets, Reino Unido

No importa lo bien protegida que esté, cualquier obra de arte en una exposición pública es vulnerable a daños, ya sean accidentales o deliberados. Michael Burle explica cómo los suscriptores de arte encuentran el equilibrio entre su deseo por exponer las obras y la necesidad de asegurarlas

Los veinte segundos de la filmación de la cámara de seguridad están sobreexpuestos y son un poco confusos, pero nos dicen todo lo que necesitamos saber sobre la amenaza que supone el vandalismo artístico. Un hombre con sombrero y gafas oscuras abre la puerta de Opera, una galería de arte en Colorado, en 2018. No suelta la puerta hasta haber colocado un objeto en el suelo que evitará que se cierre tras él. Sin que nadie lo detenga, camina decididamente hacia la cámara, metiéndose la mano en el bolsillo.

Ahora, la filmación cambia a una segunda cámara que muestra al hombre parado, a unos metros frente a una gran pintura del artista estadounidense Christopher Wool. Su valor estimado es de 2,95 millones de dólares. El hombre se acerca a la pintura y con una cuchilla de afeitar rasga dos veces el lienzo antes de que el personal de la galería tenga tiempo de reaccionar.

Por suerte, actos de vandalismo deliberado de obras de arte como éste continúan siendo poco comunes. Pero, aun así, si busca en YouTube 'imágenes de seguridad de vandalismo artístico' podrá ver varios ejemplos. Si les pregunta, la mayoría de los suscriptores de seguros de arte podrían recitarle toda una lista de obras de gran valor que han sido dañadas en los últimos años.

Por ejemplo, en 2012, un hombre golpeó el cuadro La cuenca de Argenteuil con un solo velero de Claude Monet, mientras estaba expuesto en la Galería Nacional de Irlanda. El ataque provocó un desgarro importante en el lienzo, que se reparó juntando y volviendo a colocar cientos de fragmentos microscópicos de pintura. Ese mismo año, Negro sobre marrón de Mark Rothko fue embadurnado con pintura en la Tate Modern de Londres. Más recientemente, un mural de Banksy que apareció el día de San Valentín de 2020 en una casa de Bristol fue grafiteado con pintura rosa a los pocos días de su descubrimiento.

El vandalismo artístico es para los suscriptores de arte lo que los 'lobos solitarios' son para las fuerzas de seguridad: indetectables, impredecibles, a menudo imposibles de evitar. Si un vándalo decide infligir daños a una obra de arte, probablemente no haya manera de detenerlo, a menos que la obra esté protegida por una pantalla de seguridad, lo que más bien constituye la idea contraria a una exposición, que consiste en acercar estos objetos lo más posible al público.

Lamentablemente, el vandalismo artístico no parece que vaya a disminuir. Las redes sociales y la proliferación de grupos activistas de causas minoritarias han contribuido a un aumento en la temperatura política general. Esto hace que los ataques políticos y socialmente motivados contra obras de arte sean aún más preocupantes.

Por supuesto, no todo el daño infligido al arte es deliberado. El codo de un visitante distraído o una mano apoyada donde no se debía pueden ser también fatales. Un caso típico puede ser el que se dio en noviembre de 2016, cuando un visitante del Museo Nacional de Arte Antiguo de Lisboa derribó sin querer y destruyó una estatua de San Miguel del siglo XVIII. Se comunicó que el individuo en cuestión se estaba intentando hacer un selfie con la escultura.

Por lo tanto, la clave reside en el equilibrio. Por un lado, conceder al público el acceso que desea a las obras de arte. Por otro, garantizar que los expositores estén satisfechos con el nivel de seguridad y que el suscriptor se sienta cómodo con el riesgo.

Las precauciones físicas son una forma obvia de mitigar el potencial de sufrir daños. Insistir en que se registren las bolsas y bolsos de los visitantes puede ser una opción sensata. Objetos afilados capaces de hacer daño o contenedores con líquidos nocivos se pueden detectar a tiempo, antes de que lleguen cerca del alcance del objetivo. Pero los controles de bolsas en una galería pueden ser una medida poco efectiva, por lo que no se debe depender solo de eso.

Un suscriptor, obviamente, puede ajustar la tasa de la prima para reflejar el riesgo que representa una obra concreta de arte. Por ejemplo, una obra controvertida puede suponer una prima más alta, deducibles más altos y una serie de garantías. Se podría también requerir seguridad adicional. Es posible que la pintura se deba mostrar detrás de una pantalla de seguridad de plexiglás, o que los visitantes se mantengan a cierta distancia de la obra mediante el uso de cordones o barandillas.

En el peor de los casos, si se produjera un acto de vandalismo, el primer paso sería que la galería o el museo informen a su agente de seguros. Este broker, generalmente un especialista en arte, nos informaría, a su vez, de inmediato. Vale la pena recordar que, en esta etapa, la noticia del daño podría haber llegado a los medios de comunicación.

Las imágenes del incidente incluso podrían estar ya circulando en las redes sociales. Todo ello podría tener un impacto negativo para la reputación de la galería.

Nuestro departamento de siniestros daría instrucciones a un especialista en siniestros artísticos para evaluar el daño y notificar sus conclusiones a los aseguradores y al cliente. Existe la posibilidad de que la obra de arte pudiera quedar dañada irreparablemente, pero por fortuna estos casos son raros. Lo más probable es que el experto le asesore sobre el proceso más apropiado de restauración, así como sobre cualquier posible pérdida de valor posterior.

Dicha pérdida de valor puede ser sustancial. Atravesar con el codo una vieja obra maestra o perforar el lienzo de un cuadro moderno con un bolígrafo podría costar millones. Si el artista está vivo, es posible que desee participar en la reparación de la obra. En general, esto es algo que, si es posible, alentamos, ya que puede reducir la pérdida de valor causada por el daño y el proceso de restauración.

Como otras tantas cosas en la vida, se trata de lograr un equilibrio entre exigencias contrapuestas. No conozco ni un solo caso de una compañía del mercado de seguros de Londres que no ofrezca cobertura para obras de arte importantes. No podemos descartar la posibilidad de que un individuo entre en una galería con la intención de dañar una obra de arte. Las personas siempre serán impredecibles, pero sí podemos reducir las probabilidades de que ocurra y proporcionar las opciones de restauración más sofisticadas posibles. Ésta es la fuerza de la oferta de Liberty y del mercado de Londres. Encontrar soluciones es una parte esencial de lo que hacemos.